Hay personas que se les da bien cualquier cosa y todo lo hacen bonito.
Elene Tamayo es una de ellas. Seguramente por eso, para nuestra suerte, siempre ha tenido clara su vocación.
Tanto, que desde muy pequeña ya vivía enganchada a lápices y rotuladores y dibujaba todo lo que se le ponía por delante.
Estaba claro, acabar estudiando Creación y Diseño en la Facultad de Bellas Artes en Bilbao y Madrid era solo una cuestión de tiempo.
Después llegaron la ilustración, la serigrafía, la cerámica y cualquier tipo de soporte que le permita el espacio y el tiempo que necesita para experimentar.

Porque esas son las claves de su trabajo: la calma, el mimo y el atreverse a jugar.

Nació en el pequeño pueblo costero de Orio (País Vasco). Desde ahí es dónde ahora crea una a una, artesanalmente, cada una de sus piezas de cerámica. Sin prisas.

Elene hornea durante horas y cultiva la espera durante los días necesarios antes de crear las siguientes tandas.
Este es su método para conseguir piezas únicas e irrepetibles como la edición limitada de cuencos de nuestro lanzamiento de la nueva mascarilla purificante de arcilla blanca, romero y polvo de arroz.

También cuida mucho los materiales. Los barros y arcillas que utiliza son refractarias — resistentes a temperaturas muy altas gracias a su contenido en óxidos metálicos— y todos sus esmaltados están libres de plomo.
A sus pies, siempre Lua, su perrita y fiel compañera y el aroma del armonizador de ambiente calma y quietud de Flores del norte en el aire.
Dice que «le relaja y le ayuda a poner el foco en sus creaciones», y nosotras no podemos estar más agradecidas de formar parte de algo tan bonito.
